Mientras muchos países luchan contra el hacinamiento en las cárceles, los Países Bajos se enfrentan a un problema inusual: sus cárceles están demasiado vacías.
A diferencia del Reino Unido y otras naciones del viejo continente, el sistema penitenciario de este país tiene celdas vacías debido a tasas de criminalidad notablemente bajas, lo que ha llevado a que menos personas acudan a los tribunales.
Un estudio publicado en el European Journal of Criminology revela que entre 2015 y 2020 la población carcelaria holandesa se redujo a más de la mitad. Esta drástica reducción de la población carcelaria ha llevado al cierre de más de 35 cárceles.
Con un número mínimo de reclusos a admitir, algunas de estas instalaciones han sido arrendadas a Noruega y Bélgica, mientras que otras han sido reconvertidas creativamente en hoteles, centros de asilo temporales e incluso viviendas para refugiados.
La clave para entender esta subpoblación reside en el enfoque innovador de los Países Bajos respecto de la justicia penal y la rehabilitación de los reclusos.
Las condenas
Un factor clave en la escasez de reclusos en las cárceles de los Países Bajos es la implementación de sentencias más cortas para delitos no violentos.
Peter van der Laan, profesor e investigador principal del Centro de Estudios Holandés sobre Delincuencia y Aplicación de la Ley, dijo a US News & World Report que el cincuenta y cinco por ciento de todas las sentencias de prisión en el país son por menos de un mes, y tres cuartas partes son inferiores a tres meses.
Los Países Bajos cuentan con una de las tasas de encarcelamiento más bajas del mundo, con solo 54,4 personas encarceladas por cada 100.000 habitantes.
Según el Centro de Investigación y Documentación WODC del Ministerio de Justicia, el número de sentencias de prisión impuestas se redujo de 42.000 en 2015 a 31.000 en 2019, con una notable reducción de dos tercios en las penas de prisión para delincuentes juveniles.
Además, el sistema de justicia penal holandés hace hincapié en la rehabilitación de los delincuentes por encima de las medidas punitivas.
Existe la creencia generalizada de que las penas de prisión suelen hacer más daño que bien.
Una encuesta publicada por el European Journal of Criminology en 2017 reveló una amplia aceptación de las penas suspendidas en el país, lo que refleja un consenso social sobre la importancia de la rehabilitación.
Apoyo a la salud mental
El sistema judicial de esta nación está reduciendo la población carcelaria ofreciendo rehabilitación especializada a personas con enfermedades mentales.
Según The Guardian, las cárceles de Países Bajos implementan un programa único de rehabilitación psicológica conocido como TBS, que es parte del sistema de justicia penal para personas.
En 2018, 1.300 personas fueron detenidas por una sentencia de la TBS.
Las personas permanecen en un centro de tratamiento, a veces después de cumplir una pena de prisión, donde reciben tratamiento para las afecciones psicológicas que contribuyeron a sus delitos.
Cada dos años, los jueces evalúan si el tratamiento debe prolongarse; la estancia media es de dos años.
Un experto
Hommo Folkerts, psicólogo forense y trabajador social, explica los objetivos duales del programa al medio The Guardian: “Trabajamos en dos objetivos: primero, prevenir otro crimen, y luego en el sufrimiento psiquiátrico y los problemas sociales que lo acompañan”.
Señala que el programa aborda cuestiones complejas como la vulnerabilidad psicótica, el autismo, las dificultades graves de aprendizaje, los trastornos de la personalidad, las adicciones, los problemas financieros, la falta de un hogar estable y el trauma.
Miriam van Driel, psicóloga de TBS, dijo al The Guardian que: “La forma en que tratas a las personas, también en prisión, marca una gran diferencia en cómo regresan a la sociedad«.
Agregó que: «Si las tratas como perros, las personas se comportarán como perros, pero si las tratas como seres humanos, se comportarán como seres humanos”.
Brazalete electrónico
En los Países Bajos se utilizan dispositivos electrónicos para controlar a los delincuentes.
Este sistema consiste en un dispositivo que se coloca en el tobillo y que rastrea los movimientos del individuo en tiempo real.
Los delincuentes suelen salir de prisión con estos dispositivos, lo que les permite volver a su vida cotidiana mientras permanecen bajo vigilancia.
El etiquetado electrónico ayuda a las autoridades a garantizar que las personas respeten las restricciones legales, como los toques de queda o los límites geográficos.
Proporciona una forma de supervisar a los delincuentes que se están reintegrando a la sociedad, equilibrando la seguridad pública con la necesidad de rehabilitación.
Los datos recopilados a través de estos dispositivos también pueden ayudar a prevenir la reincidencia al garantizar el cumplimiento de las órdenes judiciales y reducir las oportunidades de nuevas conductas delictivas.
Además, el uso de etiquetas electrónicas forma parte de la estrategia más amplia de los Países Bajos sobre sentencias alternativas, que tiene como objetivo reducir la población carcelaria y centrarse en la rehabilitación en lugar del encarcelamiento.