Sabemos que los hijos primogénitos son más inteligentes que sus hermanos (bueno, al menos según este estudio), pero ahora los primogénitos tienen una cosa más que imponer sobre sus hermanos menores.
Un nuevo estudio afirma que los segundos hijos tienen más probabilidades de portarse mal, a veces con graves consecuencias.
Según un informe de Joseph Doyle, economista del MIT, la «maldición del segundo hijo» podría ser cierta después de todo.
Doyle y sus colegas dicen que los segundos hijos (en particular los varones) tienden a ser más rebeldes que sus hermanos mayores.
Los datos recopilados, que analizaron a miles de grupos de hermanos tanto en los EE. UU. como en Europa, mostraron que los segundos hijos tienen entre un 25 y un 40 por ciento más de probabilidades de meterse en serios problemas en la escuela o con la ley.
Por qué se da esto
Una posible explicación de estos hallazgos es que los estilos de crianza pueden cambiar según el orden de nacimiento.
Por ejemplo, los primogénitos suelen recibir toda la atención de los padres, mientras que los hermanos menores tienen que competir por la atención. Y, a medida que la familia crece, la dinámica cambia.
«El primogénito tiene modelos a seguir, que son los adultos. Y el segundo hijo, el que nace después, tiene modelos a seguir que son niños de dos años ligeramente irracionales, es decir, sus hermanos mayores«, dijo Doyle.
«Las inversiones de los padres son diferentes, y las influencias de los hermanos probablemente contribuyan a estas diferencias que vemos en el mercado laboral y en lo que encontramos en la delincuencia. Es muy difícil separar esas dos cosas porque suceden al mismo tiempo».
Pero no te preocupes si eres el segundo hijo: esta investigación no significa que estés condenado a una vida de crimen y caos, solo que tu orden de nacimiento podría importar un poco más de lo que crees.
La mala educación de los niños
Según The Washington Post, una investigación reciente indica que los niños que obtuvieron buenos resultados en los indicadores de competencia social tenían cuatro veces más probabilidades de obtener un título universitario a los 25 años que los niños que obtuvieron malos resultados.
El estudio continúa afirmando que los niños que interactúan bien en el jardín de infancia tienen más probabilidades de hacer amigos y recibir comentarios positivos de los maestros y, por lo tanto, es más probable que les guste la escuela y permanezcan en ella.
Enseñar a los niños desde muy pequeños a tratar a los demás con buenos modales, respeto y cortesía es una de las cosas más importantes que haremos como padres.
De hecho, una de las herramientas más valiosas que podemos darles a nuestros hijos es la capacidad de construir relaciones positivas con otras personas.
La otra cara de la moneda de tener buenas habilidades sociales es la grosería. En este artículo, analizaremos las razones de la grosería y por qué parece que tantos niños (y adultos) caen en la “rutina de la grosería”.
Por qué son groseros
La grosería es una conducta aprendida. Los bebés nacen adorables, inocentes y educables, pero a medida que crecen, a algunos se les enseña a ser groseros.
Los padres no logran guiar ni proteger a sus hijos cuando no les enseñan modales y respeto por los demás.
Tener buenas habilidades sociales es muy importante porque afectan el desempeño del niño en el patio de recreo, en el aula, en casa, en el futuro lugar de trabajo y en la vida.
Según The Civility Solution – What to Do When People Are Rude, del primer ministro Farni, existen varias causas de la mala educación de las cuales describimos a continuación:
- Individualismo y falta de moderación: “¡Lo haré a mi manera y no me importa lo que pienses!”
- Autoestima inflada: las personas egocéntricas no valoran a los demás excepto como un medio para satisfacer necesidades y deseos.
- Baja autoestima: Ser hostil y estar a la defensiva es a menudo un signo de inseguridad.
- Materialismo: La búsqueda de dinero y posesiones es más importante que mostrar bondad.
- Injusticia: Una injusticia puede crear sentimientos de envidia, desmoralización, depresión o indignación.
- Estrés: Las personas que están sobrecargadas de trabajo o abrumadas pueden ser indiferentes a quienes las rodean.
- No necesitar a los demás: nos estamos conformando con el aislamiento electrónico.