Las redes sociales han sido testigos de numerosas historias conmovedoras que han inspirado a millones en todo el mundo, mostrándonos realidades que desafían las expectativas y prejuicios.
Una de estas historias ejemplares es la de Sader Issa, un dentista cuyo camino hacia el éxito fue moldeado por el amor y la determinación de su padre, Jad Issa, quien tiene síndrome de Down, que demuestra que la fuerza del amor puede hacer posible incluso lo que para muchos parece imposible.
El padre con síndrome de Down que crio a su hijo profesional
La historia de Sader y Jad desafía uno de los estigmas más comunes relacionados con las personas con síndrome de Down: la creencia de que no pueden ser padres.
A pesar de los desafíos que la concepción puede presentar en casos donde un padre tiene síndrome de Down, Sader es un testimonio viviente de que es posible tener un hijo sin heredar el cromosoma 21 de su padre.
Su padre, Jad Issa es un hombre con síndrome de Down de 46 años, originario de Siria, que ha roto todas las barreras en torno a esta enfermedad, formando una familia llena de amor con la que logró brindarle educación a su hijo que ahora es un gran dentista.
Para Jad, no sólo era su condición de tener un cromosoma extra lo que hacía que encontrar el amor y lograr formar una familia fuera más difícil para él, sino que también vivir en un país que ha sido azotado por la guerra.
Sin embargo los planes para su vida eran diferentes, mientras trabajaba en el campo, Jad conoció a Samir, la mujer que se convertiría en esposa y la madre de su hijo, traspasando todas las barreras del amor.
Sader Issa, el dentista hijo de un padre con síndrome de Down
En 1997, la fuerza de su enamoramiento dio frutos y trajeron al mundo un pequeño aún con el miedo de que pudiera padecer la misma enfermedad de su padre, fue así como nació Sader, un niño completamente sano que traería la alegría a su hogar.
Sader recibió todo el amor de sus padres, y aseguró que la condición de su papá al padecer síndrome de Down nunca fue un impedimento para que fuera un amoroso padre y esposo, y que además le diera una educación basada en valores.
“Eso no impidió que me criará con más amor y cuidados de lo que es posible imaginar. Gracias a él, crecí con fortaleza emocional y logré todo lo que me propuse”
Posiblemente con la llegada de la adolescencia y los amigos en la escuela, lo más probable era que Sader se hubiera sentido avergonzado de su padre.
Sin embargo siempre fue todo lo contrario y su más grande orgullo era saber que tenía un ejemplar papá que siempre lo esperaba en casa con los brazos abiertos.
De hecho, Sader aseguró que durante toda su vida su padre lo crió como cualquier otro niño “normal” y se esforzó siempre por darle lo mejor.
Jad trabajaba en un molino de trigo, y ahorraba su salario para el futuro de su hijo, ya que su más grande aspiración era verlo convertido en un gran médico y profesional.
Fue así como logró pagar la universidad de Sader para que fuera dentista a pesar de las adversidades.
El orgullo de Jad su padre, indudablemente es la mejor recompensa que ha recibido Sader más allá de su título profesional, cuándo su padre le dice a todos sus amigos “¡Mi hijo es médico!”
“Es como si dijera: ‘Tengo Síndrome de Down, pero he criado a mi hijo y he hecho todo lo posible para que llegue a ser doctor’. Estoy muy orgulloso de él”
Pero el orgullo no es solo de Jad, pues Sader también comparte el mismo por su padre, pues asegura que siente un amor profundo y admiración total por él.
“Si pudiera elegir un padre, no tengo la menor duda de que lo elegiría a él”.
Sin duda alguna, esta historia de la familia de Sader, Jad y Samir, es una más que demuestra que el amor puede superar cualquier barrera e incluso romper los estigmas de la sociedad.