Los investigadores están protegiendo una población de tiburón ballena ( Rhincodon typus) frente a las costas de Perú redefiniendo la relación de los pescadores locales con estos enormes peces.
Se cree que el tiburón ballena, que puede alcanzar longitudes similares a la altura de un edificio de seis pisos y migra distancias de miles de kilómetros, lo que hace que estimar su número sea bastante difícil.
Alejandra Mendoza Pfennig, ingeniera pesquera, conservacionista marina e investigadora asociada a la ONG peruana EcoOceánica, comenta que gracias al esfuerzo del equipo de investigación, en 2017 se protegió al tiburón ballena en el país, siendo la primera especie de tiburón en ser protegida en Perú.
“Cuando llegué a las comunidades pesqueras, me dijeron que veían tiburones ballena, pero les tenían mucho miedo”.
La mujer, asegura que, «los pescadores pensaban que cuando los tiburones ballena chocaban con sus barcos, lo hacían a propósito para voltearlos y poder comérselos… no sabían que eran filtradores inofensivos».
Educar a la comunidad en relación a estas especies
Alejandra Mendoza explica que los investigadores y conservacionistas han estado trabajando para cambiar la perspectiva sobre los tiburones ballena en la comunidad, visitando hogares y hablando mucho con los pescadores, quienes ahora son sus principales agentes de información.
“Han pasado de tenerles miedo a ser nuestros colaboradores, quienes nos avisan cuando empiezan a aparecer los primeros tiburones de la temporada, con quienes salimos al mar a estudiarlos y con quienes trabajamos para conservarlos”.
Al mismo tiempo, agrega que fueron los pescadores los que propiciaron el descubrimiento de la primera agregación de tiburones ballena en Canoas de Punta Sal.
“Esta zona es utilizada por los tiburones ballena para alimentarse todos los años, entre septiembre y diciembre”, explica la investigadora.
Agregó que: «Durante ese tiempo hemos dedicado viajes de investigación para recopilar información sobre la biología y ecología de la especie con el fin de mejorar las regulaciones y fortalecer las medidas de conservación en el Perú».
En 2023, Mendoza recibió una subvención del Fondo de Acción para la Conservación Marina del Acuario de Nueva Inglaterra por su trabajo en el proyecto del tiburón ballena.
Otro grupo de investigación frente a las costas de Madagascar ha identificado otro grupo de tiburones ballena, detectando más de 500 tiburones ballena en el Océano Índico.
“Las poblaciones alrededor del mundo tienen diferentes características, por ejemplo, diferentes tasas de crecimiento, diferentes presas objetivo, diferentes características en sus zonas de agregación (oceánicas asociadas a plataformas petroleras, islas, zonas costeras poco profundas, cerca de manglares, etc.)”, dice Mendoza.
«Es importante conocer sus características para poder establecer lineamientos para su protección».
Entregada a la investigación
Alejandra Mendoza creció y vivió en la capital peruana de Lima, a dos cuadras del mar, despertándose con el ruido de los pescadores con sus capturas.
“Mi papá iba a ayudarlos a sacar los barcos del mar, a desenredar los peces y don Víctor, mi amigo pescador, siempre tenía la paciencia de enseñarme todos los nombres y luego regalarme un pescado para desayunar”.
La experta, dijo que a través del juego y el aprendizaje «se forjó mi respeto por el mar, por todo lo que nos da y creó en mí una curiosidad infinita por saber qué había debajo de su superficie».
Medoza continuaría sus estudios de ingeniería pesquera en la Universidad Nacional Agraria La Molina en Perú, donde descubrió su pasión por los tiburones, para luego unirse a EcoOceánica como pasante en 2013 y estudiar tiburones ballena en Baja California, México en 2015.
«Creo que en nuestros países, con toda la riqueza que aún tenemos, aún tenemos un largo camino por recorrer en términos de investigación y gestión».
La investigadora afirma que el ecosistemas tan productivos como los mares del Perú son necesarios de cuidar para mantener la salud y la productividad del océano a largo plazo.
En el resto de LATAM
En otras partes de América Latina, los conservacionistas en Honduras están trabajando con grupos indígenas, entre otros, para proteger a los tiburones en peligro de extinción y mejorar la calidad de vida de estas comunidades.
La bióloga marina Gabriela Ochoa, directora ejecutiva de Ilili, una ONG de conservación marina en Honduras y estudiante de doctorado en la Universidad Internacional de Florida.
Explica que en 2011, en parte para combatir el comercio de aletas, el gobierno de Honduras declaró la zona económica exclusiva del país como santuario de tiburones, pero la decisión se tomó sin consultar a las comunidades pesqueras del lugar.
Ochoa explica que la ONG que dirige nació de esa necesidad de conocer más sobre esta pesquería, y trabajar de la mano con la Dirección de Pesca de Honduras y las comunidades del territorio de la Moskitia (donde habitan seis grupos indígenas diferentes) para conservar estas especies en peligro de extinción.
“Actualmente estamos realizando desembarques pesqueros con monitores comunitarios para caracterizar la captura incidental, información vital para el manejo pesquero”, contó la femenina en una entrevista con Forbes.
«En los próximos meses pretendemos realizar estudios de mercado con el propósito de comprender a fondo el valor de esta pesquería, así como sus dimensiones económicas y sociales».